martes, 16 de septiembre de 2014

Insoportable, la levedad del ser

Alicia: ¿Cuanto tiempo es para siempre?
Conejo blanco: A veces, sólo un segundo…
Alicia: ¿Y cuanto tiempo es un segundo?
Conejo blanco: Cuando amas, una eternidad…
Alicia en el país de las maravillas

Corría la fría noche de invierno del 30 de junio del
año 2000, cuando Tomás conoció a Florencia. Esa misma
noche tras los susurros y las caricias que ambos se
dieron en los reservados de un bar, Florencia, lo
invitó a su casa. Tomás aceptó.

Florencia no era un chica fácil, ni Tomás era lo que se
denomina un aventurero con las mujeres, pero entre
ellos pasó algo esencial... hubo idilio, química,
conexión. Hubo magia. Ambos estaban atrapados, uno
dentro del otro, parecía que por cada minuto que
hablaban, que por cada minuto que se miraban pasaban
unos 10 años de conocerse. Todo transcurría a gran
velocidad. 

Y cuando las cosas van demasiado rápido y no podemos
detenernos, muchas de esas cosas nos siguen de largo, pasan
sin ser vistas y, finalmente, terminamos dejando de
lado cosas esenciales. La velocidad nos vuelve ciegos,
y la ceguera nos vuelve idealistas.

Al entrar a la casa de Florencia, Tomás se preguntó como
no se sentía sola dentro de una casa tan grande... Le
daba una sensación de vacío, una sensación de vacío
como la que él sentía en ese momento. La casa le
causaba tristeza, una profunda tristeza.

¿Tristeza de que? La casa estaba pintada con colores
vivos y diversos, tenía un modular a la derecha de la
entrada lleno de adornos. De las paredes colgaban unos
5 o 6 cuadros con paisajes coloridos y alegres. Al
fondo, a la izquierda, había una mesada con artesanías
de ella y restos de sahumerios de todos colores y
aromas. Pero algo olía raro.

Los olores le traían recuerdos a Tomás. Sus recuerdos
estaban llenos de melancolía.

Dije que de las paredes colgaban unos 5 o 6 cuadros
con paisajes alegres y coloridos. ¿Pero como es un
paisaje alegre? ¿Que significa un paisaje alegre?
Además, ¿los colores son sinónimo de alegría? ¡¡¡Cuantas
veces vio Tomás llorar a los payasos!!! ¡¡¡cuantas
veces!!! Su padre era payaso, un gran payaso, y fue el
hombre mas melancólico que conoció en su vida...
Pintarse, ¿acaso no son el maquillaje y los colores
vivos los que sirven para disimular la tristeza? Porque 
en lugar de hablar de colores alegres no hablamos
de colores farsantes, de colores cínicos y engañosos.
Tomás tenía esa sensación. Sentía que esos mismos
colores que a cualquiera le parecerían vivos y
alegres, en realidad, no eran mas que un disimulo de
la profunda tristeza que esa persona sentía. Tomás
"suponía" que Florencia era un ser triste, y eso le
atraía.

Frente a la puerta de entrada había un gran ventanal
que daba a una iglesia que se encontraba de la vereda
de enfrente. 

Lo primero que hizo al entrar a la casa de Florencia fue
ir hasta el ventanal. Los ventanales siempre le
causaron angustia a Tomás, en especial en la noche. En
definitiva la noche era la causante de todos sus
males, de toda su melancolía y su tristeza. Pero Tomás
amaba la noche, era el único momento en el que se
sentía vivo.
Tomás amaba su melancolía, eso lo hacia sentir vivo.

Al entrar a la casa... Florencia, quien todo el tiempo
estaba sonriendo, le dijo "¿Y que tal? ¿te gusta mi
casa?". Tomás sonrió, la casa no era fea, por el
contrario, la casa era amplia, luminosa, bonita...
pero llena de tristeza. Tomás quería evitar echar
afuera el brote de melancolía que ya tenía, entonces
sonrió y dijo "Si, es muy bonita, muy amplia".

Florencia le mostró toda su casa, y luego se fueron a
sentar en una mesa de la cocina. Tomás estaba
incómodo, se sentía ahogado, se sentía mal, y no
paraba de hacer chistes. Florencia reía de cada una de
las ocurrencias de Tomás. Florencia se sentía
profundamente sola.

Luego de charlar cerca de 2 horas de corrido, de
reírse hasta que les dolía la panza, hubo un silencio.
Esos silencios asfixian, porque esos silencios traen
frente a nuestra cara sonriente todas esas cosas de
las que queremos escapar, pero en especial hablo de la
melancolía. Ese silencio traía melancolía. A Tomás le
bastó un segundo de ese silencio para derrumbarse,
Florencia seguía de pie. "¿Vamos al ventanal?" propuso. 
Hacía frío, mucho frío... y el frío también traía
melancolía. Cuanto mas viento, mas melancolía, porque
el viento le traía a Tomás olores, y los olores
reviven recuerdos, reviven estados... ese viento que
entraba por la ventana traía un olor especial, y ese
olor traía un recuerdo, y el recuerdo tristeza...

¿Que recuerdo aparecía por la cabeza de Tomás? ¿Puede
alguien, estando con la persona que le gusta a solas y
en su casa estar pensando en otra cosa? Puede, Tomás
lo hacía, pensaba que toda su sensación de tristeza se
iba repitiendo de forma idéntica. Es decir, Tomás
sentía que la tristeza era la misma de siempre, pero
lo que variaba era el pseudo motivo. En este caso el
pseudo motivo era la casa, o Florencia. Tomás estaba
confundido, pero sabía que él había buscado sentirse
así.

Tomás buscaba sentirse triste, sentirse melancólico.
Esos eran sus momentos de mas alta comicidad.

Estaban dadas las condiciones para que toda la magia y
la conexión de estos dos seres pudiera profundizarse.
Había un hombre y una mujer solos. Había colores vivos
que ella usaba para disimular su tristeza, había un
ventanal que apuntaba hacia una iglesia (las
estructuras antiguas remiten a Tomás al pasado, y el
pasado es para él lo equivalente a la desesperación...
El pasado es para Tomás un fantasma que le da miedo, y
aparece el miedo en la vida de Tomás, una vez mas),
pero hacia abajo había vacío. Porque Florencia vivía en
el quinto piso. Entonces, afuera había vacío, y
adentro también. 

Recordemos que la inmensidad de la casa daba una
sensación de vacío, uno al entrar se sentía diminuto,
sentía que no era nada ahí dentro. El vacío llenaba
todo.

¿Que somos en la inmensidad del mundo?

"¿Que te pasa?" le preguntó Florencia a Tomás mientras
éste miraba hacia afuera por el ventanal. Él la miró y
esbozo una tibia sonrisa para calmarla. Ella también
sonrió tibiamente. "No me queres contar, ¿no?" insistió
Florencia. Tomás asintió con la cabeza. Se besaron.

"¿Sabes que me pasa?" dijo Florencia
"Si" respondió Tomás. Florencia se echó a reír.
"A ver... ¿que me pasa?" indagó Florencia. Tomás se
encojió de hombros y le pidió que pusiera música.
"¿Algo en especial?" dijo Florencia yendo hacia la computadora.
"Si", contestó él, "algo deprimente". Y Florencia obedeció. 
Tomás no entendía.

¿Que era lo tan difícil de entender? justamente, lo
difícil de explicar. Tomás no entendía como ella supo
que era ese "algo deprimente" que él pedía. ¿O a todos
nos conmueve y nos entristece lo mismo? Esos eran los
temas que él quería escuchar, esos y no otros. Tomás
no entendía como ella no había hecho ningún comentario
acerca de la melancolía.

Florencia también era melancólica, pero ella tenía
esperanza.

Tomás tuvo una idea. Acercó la mesa del comedor a la
ventana y se sentaron los 2 abrazados mirando hacia la
iglesia. Ella le dijo que quería casarse.
"Casémonos" le dijo él mirándola fijamente a los ojos.
Lo decía en serio.
"¿Cuando?" preguntó ella incrédula.
"Ya" dijo él. 
"Pero esta cerrada, es tarde" dijo Florencia.
Tomás se levanto de la mesa, se apoyó sobre las
piernas de Florencia y mirándola fijamente le dijo
"Mañana es tarde". 
Florencia sonrió y acariciándole el pelo le preguntó
"¿Que pensas del amor?". Tomás hundió su cabeza entre
las piernas de Florencia, luego la miró y dijo "El amor"
y suspiró.

Tomás tenia una respuesta, pero no quería dársela. Él
pensaba que Florencia era de esas mujeres que creían en
el amor para siempre. Pensaba que Florencia tenía
intenciones de formar una familia, de tener hijos, de
ser feliz. No veía en Florencia una mujer libertina,
sino una mujer hogareña, dulce y sincera. Eso le
molestaba a Tomás, porque él era de los que no creía
en el amor para siempre.

"¿Y?" insistió Florencia ante el largo silencio de Tomás.

Tomás decidió ser sincero "Yo soy capaz de amar con
toda mi alma, de dar todo mi amor, de dar todo lo que
tengo adentro, pero no creo en el amor para
siempre...". Florencia dió un suspiro. Tomás se
arrepintió de ser sincero, no debía haberlo dicho.

Tomás sentía que había desilusionado a Florencia, sentía
que le había fallado. ¿Como le iba a creer ella ahora que
su amor era sincero?

"Yo tampoco creo en el amor para siempre..." dijo
Florencia con su mirada perdida en la nada. Tomás sintió
angustia, sintió el nudo en el estómago otra vez.

¿Por que si Tomás no creía en el amor eterno se
angustiaba de que Florencia le dijera lo mismo? ¿Por que
Tomás pudiendo sentirse aliviado de no haber roto
ninguna esperanza de Florencia en lugar de alivio sentía
angustia? Tomás no soportaba que una mujer no fuera
capaz de amarlo para siempre. Tomás no cree en el amor
eterno, pero ama y quiere ser amado para siempre.

"¿Y cuanto dura el amor?" dijo Tomás
"No se" respondió Florencia "depende de tantas cosas"
Tomás se sentía completamente defraudado, sentía no
solo que Florencia ya no lo amaba sino que era incapaz
de amarlo.

¿Amarlo? Tomás y Florencia no hacía mas de 5 o 6 horas
que se conocían, ¿como se podría AMAR a alguien en 5 o
6 horas? Tomás, antes de que Florencia dijera que no
creía en el amor para siempre, sentía amor por ella.
Tomás sentía que la amaba de verdad, pero ahora no.
Entonces, ¿como es posible que en un minuto se vaya el
amor?

Tomás ya no la amaba, quería irse de la casa, estaba
muy mal y comenzó nuevamente a hacer chistes. Florencia
reía grotescamente.

"¿Sos triste?" preguntó Tomás buscando volver a
enamorarse de Florencia.

Florencia sonrió. "¿Por que me preguntas eso?" quiso
saber.
"Es una pregunta, si no queres no la contestes"
respondió Tomás.
"No te enojes" pidió Florencia
"No me enojo" dijo Tomás y sonrió para corroborar que
no estaba enojado.
Florencia miro a la nada como cada vez que reflexionaba
sobre algo, y dijo "Soy melancólica"
"Eso me gusta de vos", dijo Tomás, "se te nota en la
mirada".

Tomás amaba nuevamente a Florencia. Florencia lo hacía
sentir vivo. (Tomás amaba su melancolía, lo hacía
sentir vivo.)

"¿Si?" dijo Florencia, ésta vez seria
"Si, parece que estuvieras en otro mundo... no se,
algo así" dijo Tomás. Florencia puso cara de tristeza.
"Está haciendo frío" dijo Tomás
"Si", respondió Florencia y cerró la ventana, "vamos a
mi pieza que está la estufa prendida, ahí vamos a
estar mas calentitos". Tomás sabía que era eso de la
estufa prendida.

Fueron al cuarto de Florencia y comenzaron a besarse.
Florencia era muy enérgica, Tomás muy tranquilo. Tomás
sentía que Florencia no estaba triste, y la despreciaba.
Sentía que Florencia ya no lo amaba, y estaba triste.

Florencia estaba ida, con su mirada en la nada. Florencia
se sentía vacía. Tomás también. Eran 2 lánguidas
sombras sobre una cama que se aman y se odian al mismo
tiempo. 

Al terminar, Florencia estaba contenta de no estar sola
en la inmensidad de su cama. Estaban abrazados. Tomás
sentía que la melancolía de Florencia estaba de nuevo, y
por eso la amaba. Luego, él prendió un cigarrillo y,
desnudo, comenzó a caminar por el costado de la cama.
El cuarto estaba casi a oscuras, Florencia podía ver la
sombra de Tomás, y también su cara, cada vez que le
daba una pitada a su cigarrillo.

"¿Que te pasa?" preguntó ella.
"¿Como se va a llamar nuestro hijo?" dijo él.
Ella se quedó pensativa.

Florencia no estaba pensando de donde sacó Tomás la idea
de tener un hijo a solo unas 7 u 8 horas de conocerse.
Florencia estaba pensando el nombre del hijo.

"Ya se" dijo Florencia, "se va a llamar Santiago"
"Santiago Artaud" propuso Tomás
"Santiago Artaud" repitió Florencia, "me gusta, ¿y si es
nena?"
"Y si es nena Sofia, Sofía Casandra..."

Tomás y Florencia querían tener un hijo, pero lo querían
tener ahora.

Hubo un silencio largo hasta que Florencia lo interrumpió
con total impunidad.

"¿Y mañana?" preguntó
"¿Mañana?" dijo él
"Si" contestó ella "¿que hacemos mañana?"

Tomás odiaba el mañana. Tomás quería todo, y lo quería
ahora, mañana ya era tarde. El mañana no existía para
Tomás.

"¿Mañana?" repitió él, entre molesto y sorprendido.
"Si, mañana... ¿te llamo?" seguía clavandole puñales
Florencia
"No se..." respondió Tomás prendiéndose otro
cigarrillo
"¿No sabes?" dijo Florencia un poco confundida
"Yo te amo hoy Florencia" dijo Tomás "te amo hoy con
toda mi alma, estoy dispuesto a que nos casemos, a que
tengamos hijos, estoy dispuesto a dar mi vida por vos,
pero mañana no me pidas que te reconozca... El amor
eterno dura un día, un solo día"

Florencia se quedó mirando a la nada otra vez. Le pidió
un cigarrillo a Tomás y comenzó a fumarlo. Florencia
pensaba quien iba a llenar ese espacio. Tomás pensaba
quien iba a darle melancolía por las noches.

"Tenes razón" dijo Florencia, "el amor eterno dura un
solo día".

Tomás estaba hecho pedazos, sentía que Florencia ya no
lo amaba, sentía que fue él como podía haber sido
cualquier otro. Sentía tristeza de que no lo amara y
eso lo hacia sentir vivo.

Florencia se sentía sola, sentía que había sido engañada
una vez mas. Se sentía engañada como con los colores
de las paredes, y eso la hacía sentir menos sola.

Tomás se cambió. Florencia también. "¿Te acompaño hasta
la puerta?" le dijo a él
Tomás asintió con la cabeza. Al llegar a la puerta
ambos se besaron. "Te amo" dijo ella. "Te amo" dijo
él.

Tomás caminó hacia el ascensor. Florencia se quedó en la
puerta asomada mirando como Tomás se alejaba. Antes de
llegar al ascensor Tomás miró hacia atrás y dijo "Te
amo, pero no me pidas que mañana te reconozca".
Florencia asintió con la cabeza mientras un gesto de
tristeza ensombrecía su rostro.

A Florencia no le importaba que Tomás se fuera, a ella
la ponía mal estar sola.
A Tomás no le importaba estar solo ni sin Florencia, a
él lo ponía mal no tener motivos para estar melancólico.

“En realidad usted fue siempre una imagen. La imagen que yo creé a partir de un conjunto de anhelos, de deseos incumplidos, de pequeños fracasos. Así ingresó usted a mis insomnios.” Mario Benedetti

Archivo Lify Douglas Pain: Octubre 2003